martes, 13 de febrero de 2018

Relatos desde Regina



Paloma

Por Roxana Martínez Huerta

 

Mauricio era un joven educado y trabajador, que se desempeñaba en un despacho contable. Criado entre puras mujeres, su madre viuda, sus cinco tías y tres hermanas mayores lo enseñaron  a ser respetuoso con todos, pero en especial con las mujeres. Al cumplir veintisiete conoció a Paloma, muchacha humilde como él, que trabajaba en una fábrica; de ella dependía económicamente su hermanita de ocho años. Tuvieron un noviazgo de dos o tres años, y cuando él consiguió un buen aumento de sueldo, le propuso matrimonio a Paloma, a lo que ella cuestionó a Mauricio si también se haría responsable de su hermana. El muchacho contestó que eso no sería ningún impedimento y, la convenció de que los tres se llevarían bien. Dicho eso, prepararon la boda y fueron a realizarse los exámenes médicos prenupciales. Mauricio se ofreció a recoger los resultados y al leer los de Paloma le pareció raro que fueran más extensos y con términos médicos que él no entendía, así que pidió pasar con el doctor; éste después de dedicarles varios minutos, puso una cara seria y dijo:

-No está confirmado nada, pero hay algo en la sangre que a la larga podría derivar en una afección cardíaca. Habría que hacer un estudio más a fondo para descartarla o tomar medidas precautorias.

-Doctor, ella no sabe interpretar el resultado, ¿si yo no le digo nada y no tiene excesos físicos o de alimentación que la perjudique cree que podría estar bien? Lo que pasa es que no quiero preocuparla, no quiero que se entere- rogó el joven.

-Si claro, si lleva una vida tranquila, hace ejercicio y no come mucha grasa, pues como todo el mundo estará bien, ya si presenta algún síntoma, pues usted ya está advertido y tendrán que examinarla. No se preocupe es sólo una duda, cuídela bien y que tengan un buen matrimonio- dijo el doctor extendiéndole la mano a modo de despedida.

La boda se realizó, al poco tiempo de casados la vida de la pequeña familia mejoró económicamente muchísimo, a tal grado que Mauricio le rogó a la muchacha que renunciara a su trabajo y se dedicara al cuidado de la hermanita y del hogar, pues se habían comprado una casa nueva y grande en donde había cada vez más trabajo qué hacer. Paloma contrató una muchacha para la limpieza, mientras que ella se fue haciendo cada vez más holgazana y caprichosa. No quería tener hijos propios con el pretexto de la educación de la hermana, y Mauricio por miedo a que algo le pasara, no insistió más resignándose a los que su cuñadita tendría algún día. Al joven le daba pavor que su mujer se enfermara; cuando se agripaba o no se sentía bien, se angustiaba pensando que se enfermaría de algo terrible y moriría dejándolo solo. Paloma se volvió casi una tirana con su esposo, todo mundo se daba cuenta que lo hacía parecer un títere con sólo chasquearle los dedos, menos él, claro.

Una tarde, que Paloma tenía amigas invitadas en la sala, el esposo llegó sin ser escuchado; los gritos y la música se oían hasta la calle. Mauricio a hurtadillas se puso a espiarlas para saber de qué tanto hablaban y reían, arrebatándose la palabra. En ese preciso instante la música hizo una pausa, y se escuchó la voz de una de ellas.

-¿Quién como tu amiguita qué haces y deshaces a tu gusto en tu casa? No como yo, que mi marido es tan celoso y fastidioso que no permite que invite a nadie. No cabe duda que eres una suertuda- dijo la amiga riendo.

-¿Cuál suerte? Mañas que tiene una- dijo Paloma con aire de superioridad. 

-Cuenta, cuenta manita para ver si le quitamos lo machistas a nuestros maridos y sean aunque sea un poquito como el tuyo- dijo otra de las amigas.

-Escuchen y aprendan, tontitas. Conociendo a Mauricio, que siempre fue delicado para tratar a las mujeres, y además metiche como él sólo, que eso si me desespera un poco, cuando nos íbamos a casar, nos mandaron a hacer los exámenes prenupciales, y como yo sabía que los iba a ver sin mi consentimiento o sin él, un día después de que los hicieron y antes de que él fuera a recogerlos, me conchabé al doctor y a la enfermera del laboratorio médico, claro con unos regalillos y una lanita, para que le agregara alguna cosilla que fuera sospechosa y, cuando Mauricio, el metiche, indagara, le hicieran una historia de novela, claro sin exagerar mucho, pero diciéndole que no podía tener sobresaltos, ni corajes, de lo contrario me iba a dar un ataque cardíaco o algo parecido. Lo planee como una broma, después de la boda le diría la verdad y los dos reiríamos, pero fue pasando el tiempo, y como él se desvivía después de enterarse de mi supuesto mal, seguí mintiendo, y hasta el día de hoy, el baboso vive pendiente de que no me pase nada, ¿no es un poco estúpido mi flamante esposo?- dijo partiéndose de la risa la ingrata esposa entre las carcajadas de las amigas.

Mauricio quien había escuchado todo, subió como autómata las escaleras, hizo sus maletas, y en el mismo silencio que entró esa tarde, salió de la vida de Paloma para siempre, igual que siempre, sin ningún reproche, sólo que esta vez con el corazón hecho trizas. 

Tomado de la Sección Mujer de la Gaceta de Chicoloapan

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