Paloma
Por Roxana Martínez Huerta
Mauricio era un joven educado y
trabajador, que se desempeñaba en un despacho contable. Criado entre puras
mujeres, su madre viuda, sus cinco tías y tres hermanas mayores lo
enseñaron a ser respetuoso con todos, pero
en especial con las mujeres. Al cumplir veintisiete conoció a Paloma, muchacha
humilde como él, que trabajaba en una fábrica; de ella dependía económicamente
su hermanita de ocho años. Tuvieron un noviazgo de dos o tres años, y cuando él
consiguió un buen aumento de sueldo, le propuso matrimonio a Paloma, a lo que
ella cuestionó a Mauricio si también se haría responsable de su hermana. El
muchacho contestó que eso no sería ningún impedimento y, la convenció de que
los tres se llevarían bien. Dicho eso, prepararon la boda y fueron a realizarse
los exámenes médicos prenupciales. Mauricio se ofreció a recoger los resultados
y al leer los de Paloma le pareció raro que fueran más extensos y con términos
médicos que él no entendía, así que pidió pasar con el doctor; éste después de
dedicarles varios minutos, puso una cara seria y dijo:
-No está confirmado nada, pero hay
algo en la sangre que a la larga podría derivar en una afección cardíaca.
Habría que hacer un estudio más a fondo para descartarla o tomar medidas
precautorias.
-Doctor, ella no sabe interpretar
el resultado, ¿si yo no le digo nada y no tiene excesos físicos o de
alimentación que la perjudique cree que podría estar bien? Lo que pasa es que
no quiero preocuparla, no quiero que se entere- rogó el joven.
-Si claro, si lleva una vida
tranquila, hace ejercicio y no come mucha grasa, pues como todo el mundo estará
bien, ya si presenta algún síntoma, pues usted ya está advertido y tendrán que
examinarla. No se preocupe es sólo una duda, cuídela bien y que tengan un buen
matrimonio- dijo el doctor extendiéndole la mano a modo de despedida.
La boda se realizó, al poco
tiempo de casados la vida de la pequeña familia mejoró económicamente
muchísimo, a tal grado que Mauricio le rogó a la muchacha que renunciara a su
trabajo y se dedicara al cuidado de la hermanita y del hogar, pues se habían
comprado una casa nueva y grande en donde había cada vez más trabajo qué hacer.
Paloma contrató una muchacha para la limpieza, mientras que ella se fue
haciendo cada vez más holgazana y caprichosa. No quería tener hijos propios con
el pretexto de la educación de la hermana, y Mauricio por miedo a que algo le
pasara, no insistió más resignándose a los que su cuñadita tendría algún día.
Al joven le daba pavor que su mujer se enfermara; cuando se agripaba o no se
sentía bien, se angustiaba pensando que se enfermaría de algo terrible y
moriría dejándolo solo. Paloma se volvió casi una tirana con su esposo, todo
mundo se daba cuenta que lo hacía parecer un títere con sólo chasquearle los
dedos, menos él, claro.
Una tarde, que Paloma tenía
amigas invitadas en la sala, el esposo llegó sin ser escuchado; los gritos y la
música se oían hasta la calle. Mauricio a hurtadillas se puso a espiarlas para
saber de qué tanto hablaban y reían, arrebatándose la palabra. En ese preciso
instante la música hizo una pausa, y se escuchó la voz de una de ellas.
-¿Quién como tu amiguita qué
haces y deshaces a tu gusto en tu casa? No como yo, que mi marido es tan celoso
y fastidioso que no permite que invite a nadie. No cabe duda que eres una
suertuda- dijo la amiga riendo.
-¿Cuál suerte? Mañas que tiene
una- dijo Paloma con aire de superioridad.
-Cuenta, cuenta manita para ver
si le quitamos lo machistas a nuestros maridos y sean aunque sea un poquito
como el tuyo- dijo otra de las amigas.
-Escuchen y aprendan, tontitas.
Conociendo a Mauricio, que siempre fue delicado para tratar a las mujeres, y
además metiche como él sólo, que eso si me desespera un poco, cuando nos íbamos
a casar, nos mandaron a hacer los exámenes prenupciales, y como yo sabía que
los iba a ver sin mi consentimiento o sin él, un día después de que los
hicieron y antes de que él fuera a recogerlos, me conchabé al doctor y a la
enfermera del laboratorio médico, claro con unos regalillos y una lanita, para
que le agregara alguna cosilla que fuera sospechosa y, cuando Mauricio, el
metiche, indagara, le hicieran una historia de novela, claro sin exagerar
mucho, pero diciéndole que no podía tener sobresaltos, ni corajes, de lo contrario
me iba a dar un ataque cardíaco o algo parecido. Lo planee como una broma,
después de la boda le diría la verdad y los dos reiríamos, pero fue pasando el
tiempo, y como él se desvivía después de enterarse de mi supuesto mal, seguí
mintiendo, y hasta el día de hoy, el baboso vive pendiente de que no me pase
nada, ¿no es un poco estúpido mi flamante esposo?- dijo partiéndose de la risa
la ingrata esposa entre las carcajadas de las amigas.
Mauricio quien había escuchado
todo, subió como autómata las escaleras, hizo sus maletas, y en el mismo
silencio que entró esa tarde, salió de la vida de Paloma para siempre, igual
que siempre, sin ningún reproche, sólo que esta vez con el corazón hecho trizas.
Tomado de la Sección Mujer de la Gaceta de Chicoloapan
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