sábado, 18 de noviembre de 2017

Relatos desde Regina

Lulú

 Por Roxana Martínez Huerta



Cuando le pregunté a Saúl, mi sobrino, cómo eran sus futuros suegros respondió sin dudar:

-¡A todo dar!

El joven sorprendió a todos por su decisión precipitada de casarse con una chica que recién había conocido un par de meses atrás.

-Son muy jóvenes los dos. Tienen muchas cosas qué hacer antes de contraer tantas responsabilidades como las que hay en un matrimonio –argumenté luego de conocer la noticia.

-Pues Carolina quiere casarse ya. Estamos enamorados y mientras no haya ningún impedimento, las opiniones de los demás carecen de interés para nosotros -respondió el joven.

Cualquier argumento en contra de esa precipitada unión era una pérdida de tiempo, por lo que al pasar dos meses la pareja contrajo matrimonio por el civil y por la iglesia, a cuyos actos acudimos como invitados, donde tuve la oportunidad de conocer a los suegros de Saúl. Platicando acerca de diversos temas, llegamos a comentar lo bien que trataban a Lulú, la muchacha que les ayudaba en el servicio, pues me percaté que la trataban como de la familia. La suegra de Saúl, sin reparo alguno contó que la joven era muy querida por toda la familia, quien la consentía y cuidaba como a una hija más.

-A esa pobre criatura la salvé de una violación inminente -soltó la mujer.

-¿Cómo? ¿Por qué inminente? –Pregunté, francamente intrigada.
-Lulucita, como yo le digo, es de una ranchería del Estado de Puebla, y como parte de sus obligaciones tenía que llevar al el almuerzo a sus tíos y hermanos a las tierras de labor. Siempre iba sola por los caminos del campo cargando su canasta su comida. Un día se topó con una bola de forajidos, quienes al verla sola la atacaron con intenciones de violarla. Tenía once años y era muy flaquita. Era imposible escapar. Pero Quiso Dios que mi esposo y yo pasáramos en ese preciso momento. Veníamos de regreso de la casa de una hermana que vivía en otra ranchería cercana. Al oír los gritos de la muchacha, mi esposo aceleró la camioneta echándoselas encima. Los malditos salieron corriendo, eran como seis, jóvenes todos. Nos bajamos del vehículo para revisarla; tenía algunos moretones y rasguños, el pelo revuelto y toda la ropa rasgada y enlodada. La subimos a la camioneta. La llevamos a su casa. Eran una familia muy pobre. Y si esta vez la rescatamos, algún otro rufián le haría daño más adelante. Por ello convencí a sus padres para que me permitieran llevarnos a Lulú con nosotros. Les prometí que a cambio de algunas labores caseras, le daría comida, techo, cuidados y un sueldo. La familia lo pensó un poco. Pero lo que los convenció fue que les di en ese momento un buen dinerito. Les prometí que cada vez que yo visitara a mi hermana, llevaría a Lulucita conmigo para que saludara a sus padres. Así lo hemos hecho hasta el día de hoy.

Se vino a vivir con nosotros. Resultó ser una buena chica. Me ayudaba en las labores de la casa y la metí a estudiar por las tardes. Todo fue bien los primeros años. Pero ya sabe cómo es la vida. Las mujeres crecen y les empiezan a gustar los hombres. En la escuela conoció a un mal muchacho, de esos irresponsables y flojos pero que la alborotó. Cuando me enteré y conocí al joven sin oficio ni beneficio, le prohibí a Lulucita que saliera con él, pues no le convenía. Lulú se puso rebelde y se escapó con el novio a otro estado, sin importarle mi preocupación ni la responsabilidad que yo tenía con su familia, a la que tuve que ir a comunicarles lo sucedido. Pero a pesar de lo que pensé que me reprocharían o reclamarían, la familia se conformó, diciendo que ya estaba en edad de tener novio. Sólo me pidieron que les avisara si sabía algo de ella. 

Una madruga, un par de meses después, llamaron por teléfono, avisándonos que Lulú había tenido un accidente gravísimo en la carretera. Ella iba sentada en medio del fulano, quien conducía el auto, y un amigo.  Habían bebido demasiado y se impactaron contra otro auto. Los varones llevaban puesto el cinturón de seguridad; no así Lulú que salió volando por el parabrisas. Con el impactó sufrió diversas fracturas en las piernas, la cadera y un brazo, además de heridas profundas en la cabeza. Bueno, para no hacer larga la historia, quedó muy mal. Fui por ella. Me la traje en avión, con médicos y enfermeras a bordo. Aquí la cuidé de día y noche. Fueron meses de angustia. Con paciencia le ayudaba en sus terapias para que volviera a caminar sin secuelas. Siempre la hemos procurado, hasta el día de hoy. Pueden ver lo sana que está. Bien alimentada y sin problema alguna.

Efectivamente la muchacha estaba joven y sana, por lo que no pude reprimir mi comentario:

-Es usted una santa. Poca gente hubiera hecho lo que usted por alguien que no es de su familia.

-No. Qué santa, ni que nada. Hay que ser buenas personas. Nunca sabe uno cuándo va a necesitar de los demás –dijo, sonriendo bonachonamente.

Tiempo después me enteré del motivo de las buenas intenciones de aquella mujer. Su hija Carolina padecía graves problemas de salud desde pequeña, y los continuos y duros tratamientos le habían dañado órganos vitales. Requería un urgente trasplante. La muerte la rondaba. Esa era la causa de la precipitación por casarse. También era el motivo de todo el amor descomunal y cuidados brindados a la jovencita, quien estaba tan agradecida con los buenos tratos de la familia, a quien servía de manera incondicional, al grado que donó, sin oposición alguna, el órgano sano que la hija de su patrona necesitaba para vivir.


Tomado del Horror de La Gaceta de Chicoloapan

Relatos desde Regina

La Niña del Vestido Azul

 Por Roxana Martínez Huerta


Uno de los males de mi matrimonio, aparte de soportar durante cinco años a mi grosera y violenta esposa, fue enriquecer al abogado que llevaba el trámite de mi separación. Como no habíamos quedado en buenos términos, mi ex ponía trabas y peros a cualquier arreglo, por lo que tenía que acudir a las citas muy continuas  con el mentado abogado. En una de esas tantas ocasiones viví un episodio realmente increíble.

El despacho del licenciado estaba en un viejo edificio oscuro y frío, ubicado en la calle de Madero, en el centro de la ciudad. Al llegar entré al vestíbulo a esperar el ascensor, como lo hacía en todas las visitas. Cundo se abrió, una criatura me sonrió desde dentro. Era una niña muy bonita. De escasos diez años, ataviada con un vestido largo color azul turquesa muy fino; traía el pelo recogido con un moño de la misma tela del vestido. La chiquilla tenía unos ojos enormes y hermosos. Supuse que quizá sería la hija de algún abogado o médico del edificio.

Esperé a que saliera. Pero al ver que no lo hacía, le hice la seña de que pasara, pero no se movió. Por la manera fija como miraba, sospeché que era ciega. Pasé mi mano frente a sus ojos, y ella no parpadeó, confirmando mis sospechas acerca de su ceguera. Le  pregunté:

-¿No vas a salir?

-No. voy a volver a subir -dijo recorriéndose al fondo.

Abordé el elevador. Apreté el botón número cuatro. Cuando las puertas se cerraron caí en la cuenta que no le había preguntado a la pequeña a qué piso iba.

-Perdón ¿Tú a que piso vas? –pregunté, dirigiéndome a la niña que supuse estaba detrás de mí.

Al no obtener respuesta, volteé, buscándola, pero ya no estaba. La sangre se me agolpó en la cabeza y sentí el estómago revuelto. Aquella hermosa y dulce criatura resultó ser un fantasma.

Entré al despacho del litigante con la boca seca. La recepcionista al verme en estado de shock me acercó una silla.

-¿Se siente mal? ¿Quiere que llame al doctor de aquí junto? Todavía no llegan sus pacientes y puede venir en seguida -dijo la joven.

-No, ya se me está pasando. Pero si tiene un poco de agua, se lo agradecería. Tengo la boca seca –respondí, arrastrando la lengua.

La chica corrió al despachador de agua, llenó un cono y me lo ofreció. Bebí con avidez el líquido vital. Ya más sereno le conté el suceso que viví en el ascensor.

-Si le creo. Además de usted, cuatro personas más me han dicho que una niña se aparece en el edificio, sobre todo en el elevador.

La recepcionista colocó una silla frente a mí. Se acomodó en ella y me contó lo que sabía acerca de aquella manifestación.

-Vecinos y conocidos cuentan que esa niña era hija de los primeros dueños de este lugar. Vivían en el último piso. La hija menor nació ciega y, como toda criatura era inquieta, tenía una nana que la guiaba y acompañaba a todos lados. Pero un día la ciega se le escapó a la mujer. La niña escuchó el timbre del ascensor y se dio a la carrera para abordar primero, confiada en su intuición. En efecto, llegó cuando la puerta se abrió y se abalanzó hacia adentro. Pero la cabina se había atorado en el segundo piso. La pequeña cayó al vacío y se mató. La ropa con que la enterraron, un vestido largo color azul turquesa muy fino, es con el que se aparece por los pasillos, las escaleras o en el ascensor.


Tomado de la Sección Mujer de La Gaceta de Chicoloapan

Nancy_Notas

Obras o Malobras

Por Nancy J. Gómez Vargas



Bastó un minuto del temblor del 19 de septiembre para desenmascarar el orgullo del gobierno priista en Chicoloapan: El palacio municipal. Como todos los ciudadanos sabemos, el anterior gobierno invirtió y se entretuvo tres largos años en remodelar su castillo de cristal, sin importarle destruir el legado arquitectónico ni los murales de reciente hechura, ni el despilfarro de recursos públicos. El objetivo era tener un palacio ‘moderno’, ‘digno del nuevo siglo’, con puertas automáticas y decorados elegantes. Hoy es un edificio inutilizable y abandonado. Un elefante vacío que no tiene para cuándo se pueda volver a utilizar. Una obra faraónica priista, hecha sin escatimar recursos y con el aval y supervisión de áreas especializadas en obras públicas.

Pero qué podíamos esperar de un gobierno al que sólo le preocupan obras de relumbrón que les permita justificar recursos para su beneficio, como el camellón, los arcos de bienvenida o ‘monumentos’ inútiles. Cuando, por otra parte, Chicoloapan, uno de los 20 municipios más poblados del Estado de México, no cuenta con un hospital.

Todos recordamos que en 2013, con bombo y platillo y con un despliegue publicitario, se anunció que por fin teníamos hospital. Pero terminó esa farsa de administración y ya casi termina el segundo año de la actual, todavía peor, y no hay hospital para Chicoloapan. Lo más seguro es que muy pronto volverán con el cuento de que, ahora sí, por fin les interesa la salud de la gente y terminarán con la construcción. ¿Usted les cree? Yo tampoco.

No mentir, No Robar, No traicionar al pueblo
Por eso, quienes militamos en morena estamos convencidos y apoyamos el proyecto de Nación del licenciado Andrés Manuel López Obrador, y coincidimos con nuestro dirigente cuando afirma que la corrupción es el principal problema de México. “Esa es la causa principal de la desigualdad social y de la inseguridad y la violencia”. Por ello, el propósito central será erradicar, no disminuir, sino acabar con ese cáncer que mantiene en la pobreza a millones de mexicanos. Si acabamos con la corrupción se puede desarrollar al país.

Para muestra un botón. Cuando Andrés Manuel López Obrador fue jefe de gobierno del Distrito Federal, entre otras muchas obras, se construyó en Iztapalapa, “un Hospital de especialidades, con 150 camas y una inversión de 350 millones; casi al mismo tiempo, siendo Peña gobernador del Estado de México, construyó con el Grupo Higa el hospital del municipio de Zumpango, de 125 camas, con un costo de 7 mil millones de pesos, es decir, 20 veces más caro que el hospital de Iztapalapa”. Habría que exigir a los gobiernos estatal y municipal que informen cuántos millones de pesos se han destinado a la construcción del hospital de Chicoloapan y en qué se han gastado.

La reconstrucción del país.
¿Y qué tal el precio del gas? ¿Verdad que es una infamia y un golpe bajo para las familias? País petrolero y la gente sin dinero. Vendemos petróleo barato y compramos gasolina cara. Pero esos corruptos no nos engañan. Somos un país rico, con muchos recursos naturales que se venden o malbaratan a las grandes empresas. Y somos una sociedad de hombres y mujeres capaces y trabajadores, de jóvenes talentosos con deseos de superarse y de encontrar en su país oportunidades de educación y empleo. En morena luchamos por un cambio verdadero que acabe con el régimen de privilegios y prebendas para una camarilla. Por el bien de todos, primero los pobres. Esta labor de organización se está haciendo desde abajo, desde tu colonia, tu barrio, tu calle. Tenemos que estar organizados para transformar a México en una Nación justa y de oportunidades para todos.

En el proyecto de nación de Andrés Manuel López Obrador, con un gobierno honesto y austero, ningún joven se quedará sin educación ni empleo: “En la actualidad existen 2 millones 600 mil jóvenes que no tienen acceso al estudio ni al trabajo. Lo único que han hecho por ellos los de la mafia en el poder ha sido etiquetarlos como ‘ninis’. Nuestro propósito es otorgar becas de 2 mil 400 pesos mensuales a 300 mil jóvenes que asistirán a escuelas de nivel medio superior y a universidades. Asimismo, se contratará como aprendices a 2 millones 300 mil jóvenes desempleados, con salarios de 3 mil 600 pesos mensuales y se les asignará a las actividades productivas del campo, a talleres, empresas y comercios, donde se capacitará para el trabajo”.

Los costos y el origen de los recursos del programa para jóvenes ya están calculados por especialistas en la materia. Sin embargo, la camarilla en el poder y sus medios de comunicación repetirán que son acciones populistas. Como ya lo hicieron cuando Andrés Manuel López Obrador fue jefe de gobierno y estableció las pensiones universales para adultos mayores y el apoyo a madres solteras. En aquél entonces los panistas y priistas lo tacharon de populista por ‘regalar dinero’ que llevaría a la quiebra al Distrito Federal. Todos sabemos que no fue así. Ahora es ley universal y ahora todos los partidos prometen pensiones, apoyos a mujeres y madres solteras, es más, hasta engañan a la gente con tarjetitas rosas.

Pronto nos volveremos a encontrar, mientras los invito a sumarse a morena, a afiliarse e integrar un comité de base, a conocer las 50 Propuestas para el Renacimiento de México. Sólo el pueblo puede salvar al pueblo. Y sólo el pueblo organizado puede salvar a la nación.

NANCY GÓMEZ VARGAS
Aspirante a la Coordinación de Organización Municipal
MORENA CHICOLOAPAN

* Las citas entrecomilladas son del libro “ESTO SOY” de Andrés Manuel López Obrador