miércoles, 10 de diciembre de 2014

Columna Incómoda 135

De un pueblo con encanto al desencanto del pueblo.

En lugar de ver el horizonte, lo único que se les ocurrió a los funcionarios municipales el 1 de enero de 2013, fue pintar sus oficinas, luego siguieron con las fachadas; emocionados, se imaginaron la tierra del nunca jamás y hablaron de “Chicoloapan, un pueblo con encanto”; al final, todo quedó en remozar las fachadas de las casas de los funcionarios. Entendimos que quienes sobraban en el proyecto del patrón, era el pueblo, los ciudadanos. Usted y yo.

Muy pronto, en tan sólo 100 días de gobierno, llegó el desencanto. La mayoría de los ciudadanos del municipio de Chicoloapan, renegaron de haber otorgado un voto de confianza al PRI. Luego de la fiesta vino la resaca. La administración municipal estaba hecha bolas, sin rumbo ni liderazgo. Fue tal la parálisis que el ‘informe’ de los fabulosos cien días sólo duró unos cuantos minutos. Se culpaba de la falta de acción al gobierno anterior y a la carencia de recursos. Pero los ciudadanos teníamos noticia o éramos testigos de los despilfarros, festejos y ostentosos cambios en la vida de los funcionarios. Casi 120 millones de pesos por año en sueldos y salarios.

La megalomanía que mencionaba la columna incómoda del mes de diciembre de 2012 se plasmó en la realidad. Fotografías, imágenes, alfombras, placas, cristales cortados. La pasión por el poder en su forma más descarnada. Ninguna expresión ni trabajo de grupo; “el jefe soy yo” y al que insinuara cualquier discrepancia sería expulsado del nuevo Olimpo.

Del desencanto vino el enojo y el reclamo popular. Sendos “informes” de gobierno se han llevado a cabo en el más completo hermetismo y extremas medidas de seguridad. Sólo para unos cuantos, sólo para unos 'cuates', todos los demás, fuera. Pero por más que se encierre en su burbuja de cristal, su ineptitud es transparente. La gente lo afirma: No ha hecho nada.

Mientras los trabajadores de a pie, los de la 'talacha', han cumplido su trabajo, limpiando, barriendo, llevando y sacando agua, haciendo trámites, la cabeza ha sido incapaz de hacer su tarea. Ninguna obra de impacto o beneficio colectivo en los dos años. A no ser que se considere como tal, lo que se lee en una gran barda a un costado de la carretera, que por cierto se carece de guarniciones y banquetas, donde se presumen como logro los 600 metros de rosca de reyes. Patético.

Ahora ya no se culpa al gobierno anterior, sino a quienes fueron sus aliados y le ayudaron a ocupar la silla. Ahora es el grupo de ejidatarios, que se atrevieron a poner en duda sus “buenas intenciones”, los culpables de que no haya obras y los señala y estigmatiza. Ya sólo falta que los acuse de traidores a la patria.

Luego de dos años del peor gobierno de que se tenga memoria, no termina de pintar su palacio imperial. Despilfarrando los recursos del pueblo, ha mandado grabar cada uno de los cristales con su eslogan y retocado las fachadas de tal forma “que ya no se puedan modificar”. El ansia de reconocimiento, le hace olvidar que todo ayuntamiento es temporal, y que al igual que el actual, los próximos ayuntamientos tendrán su eslogan y lo colocaran en los edificios públicos.

¿Pero que creen? Inició ya el proceso electoral y, muy pronto, tendrá que dejar la burbuja de cristal y salir a la calle a pedir el voto, despojado del “traje del emperador” y será visto tal como es.

Se ha vuelto lugar común que México era uno antes del 26 de septiembre y otro, después de esa fecha, como resultado de los acontecimientos del Estado de Guerrero. Pero carece de sentido hablar de un cambio, si en nuestro territorio permanecemos impávidos y sólo lanzamos blasfemias a la autoridad central, sin tocar en lo más mínimo el poder más cercano, el que jode a la gente, el poder municipal. Si sólo nos atrevemos a cuestionar y a criticar cubiertos con una máscara o un seudónimo. Si somos los nuevos héroes enmascarados, los valientes guerrilleros de la red social que lo mismo cuestionamos al poder despótico, que a quienes se atreven a dar la cara, acusándolos de dolidos, frustrados, invasores, quemados, ardidos y toda una letanía de epítetos que no tienen mayor resonancia social.

Si vivimos en un México diferente, hagámoslo real aquí en Chicoloapan. Decidamos nosotros como ciudadanos el destino que queremos. No permitamos que seudopolíticos arribistas, ajenos al sentir popular, vengan a gobernar y a saquear a Chicoloapan. Las manifestaciones, los enojos y exabruptos deben tener una plataforma de aterrizaje, un proyecto social de amplio espectro que amalgame a la mayoría inconforme. Y en este proceso tienen responsabilidad los dirigentes de los partidos, los simpatizantes y los ciudadanos. Es de la mayor importancia la búsqueda de coincidencias y la suma de fuerzas, más allá de intereses personales y del color del partido. Es el momento de mostrar dignidad y vergüenza. Creo que la ley electoral actual y la estrategia del poder lo que pretenden es pulverizar el voto opositor. Entonces, pregunto ¿Por qué no impulsar una coalición, electoral o de facto, de amplio espectro, e incluyente? Una fuerza política que enfrente, en bloque, al proyecto del patrón.

Juan Bautista Mendoza