jueves, 3 de noviembre de 2011

Columna Incómoda 102

Muchos de los que ahora viven en Chicoloapan desconocen cómo era antes la política local. Les comento, sin ánimo de hacer historia, pues dice el filósofo que el que habla demasiado de historia corre el riesgo de quedarse en el pasado. En fin, que había dos bandos que se disputaban el poder: el sector campesino y el sector popular. Todos, como era de suponer, eran oriundos, es decir nacidos en Chicoloapan, por lo que si algún avecindado, que eran pocos al principio, quería participar, era descalificado con el epíteto “¡Tú no eres de aquí!”. Muchos de los acuerdos eran a manotazos. Sin embargo al final los alineaban y los sentaban a negociar (no había celulares que los interrumpieran), y todos eran incluidos en la planilla. Asimismo, la cultura política y el debate era escaso, las opiniones o críticas eran lanzadas en la oscuridad de la noche, por manos clandestinas que no eran capaces de dar la cara, mucho menos firmar sus libelos y panfletos en donde se erigían como “los buenos”, en consecuencia los otros eran “los malos” y la encarnación de lo peor de la política, todo ello con un lenguaje procaz que difícilmente hablarían delante de sus familias.
Obviamente quien era designado candidato tenía garantizado el triunfo, pues no había oposición y siempre ganaba el PRI. Pero llegó la oposición y al principio fue algo novedoso y bienvenido por la población, pues se abría la competencia y la posibilidad de rotar el poder, y sobre todo, evitar que la presidencia fuera botín de un solo grupo y sirviera de fuente de enriquecimiento, nepotismo y corrupción. Pero luego de una década de gobierno de otro partido, resulta que las cosas se fueron al extremo, no sólo el poder ha estado en manos de un mismo grupo, sino que ha servido de botín y fuente de enriquecimiento descarado y un nepotismo jamás visto.
Actualmente la lucha por el poder incorpora a más personajes, tanto por el crecimiento de la población (los avecindados ahora son mayoría), como por el ansia y la búsqueda del enriquecimiento fácil y rápido y la incorporación de la familia a la nómina, tal como hicieron sus antecesores. Sigue ausente el debate y la discusión de ideas para el beneficio de la comunidad. Los “nuevos liderazgos” carecen de una ética política basada en el bien común. Para ellos gobernar es llegar y llenarse los bolsillos.
En cuanto a la cultura política y la crítica argumentativa, es común que sólo aparezca en tiempos electorales y no sólo son lanzados en la oscuridad de la noche por manos clandestinas, sino que ahora se escudan en el anonimato de la redes sociales, mostrándose como los “nuevos buenos” que despedazan a los otros, que son la reencarnación de todos los males de la política. Son los puros, los valientes enmascarados que no son capaces de dar la cara, muchos menos firmar con nombre y apellido sus epítetos, pues algunos de ellos siguen cobrando en las nóminas de los partidos o del gobierno o han sido desplazados; de allí su indignación. No es casual que torpedean al que consideran el continuador del grupo en el poder, al director de obras públicas.
Cosas veredes, Sancho
En 2009 hubo una desbandada de militantes perredistas ante las inminentes pérdidas de cuotas de poder. Estos movimientos continúan. En el caso de Chicoloapan, el grupo hegemónico que inicialmente controlaba al PRD era el Grupo de Acción Política (GAP), cuyo líder estatal es Higinio Martínez Miranda, padrino de los primeros perredistas locales. Se dice que después de los sainetes recientes en el partido amarillo, así como la debacle de la elección para gobernador y los resultados de la renovación de sus consejeros, Higinio abandona el PRD. La pregunta es qué pasará con los militantes de esa corriente en Chicoloapan, y cuál será la posición del Presidente Municipal y su grupo, ya que en su pasado informe de gobierno lo presentó como “nuestro apoyo”.
¿El CDE contra la clase política local?
Los últimos sucesos en el PRI de Chicoloapan prefiguran una pugna entre la clase política local y algunos personajes del Comité Directivo Estatal. Desconocido el comité municipal porque no le obedece, como él cree que debe ser, el diputado ha optado por la confrontación y la división del partido. Y para ello utiliza como torpederos a los delegados políticos del comité estatal del PRI, quienes debieran de tener una posición institucional y de respeto a todas las fuerzas políticas locales. Es una constante que cada vez que se tiene que realizar un protocolo, una renovación o una integración de estructuras, viene el intento de madruguete y la imposición de acuerdo a los intereses de quien se supone debiera mantener una posición neutral, negociadora y una visión de altura.
La realidad es clara en Chicoloapan: por un lado un bloque de organizaciones que cada vez es más grande y más fuerte, y por otro, el bloque del diputado y sus subordinados (desde hace algunos años denuncié el riesgo que implicaba el crear líderes por nombramiento), que al parecer son apadrinados y protegidos por el CDE. ¿A quién conviene que se mantengan este tipo de actitudes? ¿A quién beneficia que siga dividido el PRI? Sobre todo en momentos en que la ciudadanía manifiesta su deseo de que haya alternancia en el poder municipal. ¿Eruviel Ávila, primer priista del estado, sabe de esta situación? ¿El líder estatal, Raúl Domínguez Rex, está informado y autoriza lo que hacen sus delegados en Chicoloapan? Y tratando de mantenerse en medio estaría el comisariado ejidal que quiso mostrarse como el conciliador, que no está ni con uno ni con otro bloque, o con los dos; es decir, sus aspiraciones no tendrían el apoyo ni de uno ni de otro. Cómo la ven.

Juan Bautista Mendoza