jueves, 14 de diciembre de 2017

La Columna Incómoda



2018. La disputa por la nación

Si Peña nos llevó al despeñadero ¿adónde nos llevará Meade…?
(pregunta compartida en las redes sociales)

¿Cuántas veces los mexicanos hemos escuchado que ahora sí vamos a progresar y a vivir mejor? ¿Cuántas veces se ha repetido hasta el cansancio que unidos y juntos seremos una potencia de primer mundo? Y que para logarlo debemos de mantener el rumbo; porque si votamos por Andrés Manuel estaremos como en Venezuela. Seríamos un país donde habría cada vez más pobres, con carencia de hospitales y medicamentos; un país donde los precios del gas, la gasolina y la luz se incrementarán constantemente, el país se sumiría en la recesión y habría violencia y muertes todos los días, habría casos de enorme corrupción y, lo que es peor, no serían castigados los corruptos sino que ocuparían cargos de gobernadores, diputados, senadores y hasta presidentes de la república. Entonces, para evitar todo eso, vociferan, debemos votar siempre por el PRI.

Hoy nuevamente somos testigos del patético espectáculo de los medios masivos de comunicación, sumados a la cargada del destape del candidato del PRI. Ganas no les faltaron de interrumpir la programación y transmitir en cadena nacional la liturgia de un partido al que el 85% de los mexicanos ya no quiere en el poder. Somos testigos de actitudes de vasallaje de comunicadores que se dicen modernos y de avanzada, que se afanan en buscar virtudes y bondades del nuevo candidato: si ya desayunó y con quién; o quién lo acompaña en su auto; si tiene una formación académica exquisita, forjada en las mejores universidades privadas y extranjeras. No como los millones de mexicanos que tienen que acudir a escuelas públicas y que, a grandes penas han concluido, en promedio, el grado de secundaria. Y esto nos lo repiten sin ninguna impudicia. 

Los comunicadores se esmeran en ser los primeros en tenerlo como invitado para hacerle preguntas a modo, donde resaltan su experiencia y el gran logro de haber vivido siempre del presupuesto público, y acomodarse en los gobiernos sin importar el color. Lo mismo ha estado al lado de Salinas de Gortari, que de Zedillo, Fox, Felipe Calderón o Enrique Peña. Su especialidad: las áreas de energía, financieras y hacendarias, donde se ha delineado, impuesto y aplicado la ruta económica a nuestro país. Siempre cuidando las finanzas de quienes son dueños del dinero, es decir de los grupos financieros, quienes lograron imponer a un candidato, que “les pondrá la mesa”; que les  garantice la ruta de privatizaciones y negocios del México del primer mundo, del México de las finanzas. ¿Los 60 millones de mexicanos pobres? Esos no importan. Ni siquiera existen en el esquema financiero. Ah, perdón, si existen, pero sólo en época electoral, para que reciban su despensa y voten por el PRI.

Consejeros

Como se sabe, en 2015 Morena llevó a cabo 300 congresos correspondientes a cada uno de los distritos electorales federales. Pero la asamblea del distrito 39 del Edomex (La Paz y Chicoloapan), fue impugnada, por irregularidades evidentes cometidas en contra de militantes morenistas. El asunto llegó hasta el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, quien resolvió que se repusiera la asamblea. En agosto pasado hubo un nuevo intento, pero el salón contratado fue notablemente insuficiente, por lo que se canceló. Fue este 14 de noviembre cuando se realizó y se eligieron a 10 consejeros (5 mujeres y 5 hombres). La Paz obtuvo 4 consejeros. Los otros 6 para Chicoloapan se votaron así: Una dupla compartida entre el equipo de Pedro de la Rosa y el Grupo Tenoch; otra para Adrián Galicia, César Hernández y Rafael Gómez; y otra dupla para el equipo de don Samuel Ríos.

Nancy Gómez ¿La respuesta?

Probablemente cuando usted lea esto se haya realizado una encuesta entre los ciudadanos, para determinar a quién será la coordinadora de organización de morena en Chicoloapan. Como sabe, y si no le recuerdo, que en el partido de Andrés Manuel, para cumplir con la paridad de género, es decir igual número de aspirantes mujeres y hombres, en el Estado de México se sortearon los 125 municipios. La tómbola eligió el género femenino para Chicoloapan.

Es sabido que en los hechos los grupos, equipos, o como se les llame son encabezados, casi todos, por varones. Por ello el resultado agarró en curva a los morenos. No obstante, como siempre dicen, para justificarse, que detrás de cada gandalla hay una mujer sumisa o que al lado de un hombre hay una mujer, se inscribieron las féminas con deseos de competir. De allí viene la terna que será evaluada por la opinión ciudadana. Fue interesante la resolución pues dejó de lado a quiénes ya se sentían bendecidos por el dedo del tlatoani. Emparejó el piso. Porque si bien, por un lado, la mayoría afirma que deben dejar pasar a otros personajes, pues la gente ya está cansada de los mismos, de aquéllos que siempre han vivido del presupuesto, por otro lado, cuestionan a esas compañeras, argumentado que son “desconocidas”, porque no son las mismas de siempre y porque al no haber vivido del presupuesto, carecen de experiencia. 

Retomo lo comentado por una amiga del partido amarillo que me decía, luego de la pasada elección del 4 de julio, que si le había ido tan bien a Morena con una mujer “sin experiencia”, poco conocida y diferente a los mismos de siempre, entonces, en Morena deberían de ser congruentes e impulsar en Chicoloapan a una mujer con un perfil más ciudadano, o que la gente la viera más cercana a ellos. Resultó así y esas son algunas de las características de las tres compañeras aspirantes de morena. En lo personal considero que quien más posibilidades tiene de posicionarse en el imaginario ciudadano es Nancy Gómez Vargas. Es cierto que carece de algunos elementos propios de los políticos de siempre. Aunque, me pregunto ¿han servido de algo al pueblo esas “virtudes” de los políticos?

Juan Bautista Mendoza

Tomado de La Columna Incómoda de La Gaceta de Chicoloapan

Relatos desde Regina

Mujer contra mujer


Roxana Martínez Huerta


Todas las noches con paso lento pasaba por una cajetilla de cigarros a la tienda de la esquina; daba las buenas noches al dueño y se iba echando bocanadas de humo rumbo a su casa, a descansar, luego del pesado trajín de la taquería “El Campeón”, donde había trabajado toda su vida. Yolanda era una mujer alta, corpulenta, pausada en sus movimientos, pero con una cara muy dulce que parecía que siempre estaba triste. Llevaba el pelo corto con un flequillo gracioso, vestía siempre de negro y con calzado bajo; tenía una apariencia casi masculina.

Yo la conocía de antes, de cuando su vida era diferente, de recién casada se ataviaba con vestidos de colores vivos, siempre risueña y buena con todo el mundo, en especial buena hermana y buena hija. Mantenía a toda la familia, pagaba la escuela de sus hermanos y sostenía la casa materna desde que el padre los abandonó.

Pero luego su vida cambió. Ahora la esperaba una casa silenciosa y fría, pues su madre había muerto, sus hermanos se fueron y el esposo, simplemente, desapareció. En tantos años de conocernos siempre que la encontraba intercambiábamos un saludo y nada más. Pero un día coincidimos en la tienda comprando los cigarrillos imprescindibles para ambos. Nos saludamos y nos fuimos calle abajo caminando y fumando en silencio. Nos detuvimos en la esquina. Percibí que esa noche Yolanda tenía necesidad de desahogarse con alguien. Ese fui yo. Platicamos de cosas diferentes, le pregunté qué había pasado en su vida para hacerla cambiar tanto, para estar tan sola. Ella lanzó una voluta de humo sobre mi cara, hizo una mueca de amargura y dijo:

-He tenido mala suerte, yo creo. 

-¿Lo dices por tu esposo?- interrogué.

-No sólo por él. Los de tu sexo, sólo me han dado desilusiones, golpes y desgracias, pero son peor las de mi sexo. Si amiguito. Las mujeres son peores. Esas te parten el corazón y les vale- dijo Yolanda, suspirando.

Dio una calada al cigarro, y siguió hablando, más para ella que para mí:

-Como sabes, mi padre nos abandonó, claro después de haber abusado física y mentalmente de toda la familia. Creí encontrar la tranquilidad, casándome, pero Ramiro era un hombre violento e inseguro, igual que mi padre, y lo peor, mujeriego. Después de pleitos y reconciliaciones, por fin un buen día se largó. Créeme que fue lo mejor, yo ya no lo quería. Seguí trabajando y manteniendo a mi familia, hasta que conocí, según yo, al verdadero amor y la comprensión anhelada. Y cuando más enamorada estaba, Rosa me traicionó- dijo Yolanda con tristeza.

-Si, Rosa, oíste bien. Y para mí era eso, una rosa. Tenía la piel más blanca y más suave que jamás había tocado; el pelo rubio y ensortijado. Pero lo que me enloqueció; fueron sus ojos azules. Era una adolescente mansa y buena, con ella conocí la pasión. Trabajaba, respiraba y vivía sólo para ella y sus caprichos. Creí estar en el paraíso, pero un día me despertó la realidad, y me llevó, la muy canija hasta el infierno- contó Yolanda.

-¿Se fue con otro? -Pregunté.

-Aunque decía estar muy enamorada de mí, un buen día se fue, desapareció por un par de meses. Creyendo que algo malo le había sucedido, pero cuando por fin la encontré, se le notaba un embarazo de cinco o seis meses. Al mismo tiempo que estaba conmigo, estaba con un hombre. Conmigo por interés, y con él, por zorra la desgraciada. Lo único que quería de mí era el dinero que le daba a toda su familia, y mira que era numerosa. Pero a mi no me pesaba, porque mi trataba bien, era tierna y amorosa ¡pura hipocresía! Claro que cuando los encontré juntos, me les fui encima a los dos. Estaba tan enojada que los dejé muy golpeados, sobre todo a él. Le di una cuchillada de gravedad. Me echaron a la policía y se hizo mucho escándalo. Pero como no murió, alcancé fianza y salí. Ojalá se hubiera muerto, así Rosa hubiera regresado conmigo. Sin ella ya no me interesó trabajar ni vivir. Descuidé a mi familia, mi madre murió, y yo me di a la desgracia. Rosa y su marido me mandaron dar una golpiza, por lo de la cuchillada. Los que me atacaron, eran cuatro morros; no sólo me golpearon, para que la obligación fuera completa, me violaron. Quince días después de la golpiza, desperté en la Cruz Verde, con las costillas rotas, la mandíbula fracturada, moretones por todos lados, y agárrate hermano; ¡Embarazada!

Me resultaba difícil de creer lo que Yolanda me contó. Había sido una muchacha buena, y no se merecía lo que le habían hecho. Finalmente le pregunté por el desenlace de aquel relato de horror que me estaba contando.

-Ahí mismo me hicieron un legrado. Semanas después me dieron de alta. El resto de la historia ya la sabes; me convertí en una mujer amargada y sola, a la que te encuentras en la calle cuando sales por cigarros- dijo Yolanda, y emprendió su camino, sin despedirse.

Tomado de la Sección Mujer de La Gaceta de Chicoloapan
 

Relatos desde Regina



El 4° Piso

Por Roxana Martínez Huerta


En el invierno de 1995 fuimos de vacaciones al puerto de Acapulco. Nos hospedamos en el Aristos Mayestic, un hotel moderno de 150 habitaciones y 20 búngalos, con alberca, discotheque, bar, playa privada, restaurante, lavandería y, en cada piso, cómodas salitas de estar. La construcción semejaba un barco y se podía ver la bahía desde todas las habitaciones; las nuestras estaban en el tercer piso.

Pasábamos las mañanas en la playa y por la tarde regresábamos al hotel a refrescarnos, tomar un baño para después salir a comer y dar una vuelta por la costera. 

Una de esas tardes, estábamos ya en la calle cuando mi marido se dio cuenta que había olvidado la cámara fotográfica en la habitación. Para evitar subir toda la familia, yo me ofrecí para ir a buscarla, mientras ellos sacaban el coche del estacionamiento. 

Entré al elevador y marqué el piso 3. Al abrirse la puerta no reconocí el piso. Pensé que quizá me había bajado uno antes, pero el botón marcaba en rojo el piso 4. Apreté el botón para cerrar pero la puerta permaneció inmóvil. Salí del elevador y fui a buscar la escalera. Todo el piso era diferente al resto del edificio. Donde se suponía que estaría la escalera, había un gran espejo empotrado. Los muebles, la sala de estar y toda la decoración eran de la época de los años cuarenta. No había plafones como en los demás techos y en lugar de las lámparas de neón como las del resto del hotel, colgaban unos candelabros. Los huéspedes que descansaban en los sillones, vestían ropa completamente pasada de moda, los peinados del las mujeres eran altos y elegantes, pero no para el clima del puerto. Me quedé parada en medio del corredor. Una pareja de ancianos me saludó con una sonrisa. A pesar de mi prisa y mi descontrol percibí un ambiente agradable y apacible. Se escuchaba música de piano, tintineos de copas y el sonido de los ventiladores; que, por cierto, no había en ningún otro sitio del hotel, pues el sistema en todo el edificio era de aire acondicionado y extractores. Un mozo, al verme perdida, me señaló la escalera con la mirada.

Salí de ahí. Pero en lugar de subir, bajé, pues para mi sorpresa, no había más pisos arriba. No entendía que pasaba. Logré llegar a mi habitación, tomar la cámara y bajar al lobby. Allí encontré a la animadora del hotel, a quien le tenía más confianza que al resto del personal. Le conté lo sucedido y, en lugar de reírse de mí, se quedó muy seria. Luego me dijo que yo era la segunda persona, desde que ella trabajaba ahí, a quien le había pasado lo mismo. Una turista canadiense vivió la misma experiencia el año anterior. Lo preocupante era que esos extraños sucesos tuvieron lugar en el cuarto piso, en un hotel que sólo tenía tres, y que fue construido a finales de los años 80. 

Salí del hotel muy confundida, pero no lo volví a contar a nadie. Sabía que mi familia no me creería. Aquella hermosa tarde, disfrutamos, en silencio, la maravillosa puesta del sol desde “La Quebrada”.

Tomada del Horror de La Gaceta de Chicoloapan