Una mujer mayor
Por Roxana Martínez Huerta
Mi
novia y yo estábamos en la recepción de un hotel de paso, registrándonos para
pasar juntos la noche, cuando bajó corriendo por la escalera una mujer
totalmente desnuda y descalza; lloraba y gritaba. Detrás de ella, un muchacho
con un lío de ropa en la mano, y sólo el pantalón puesto, trataba de
alcanzarla. Salieron a la calle.
Todo
fue tan inesperado que nos quedamos boquiabiertos tanto el administrador como
nosotros.
-Bueno
tortolitos. Gracias a la parejita rijosa ya tienen cuarto libre. Eh ¿que os
parece?- dijo el gachupín, detrás del mostrador.
Tina
estaba tan nerviosa que pensé que se había arrepentido de pasar la noche
conmigo. Entre el sujeto y yo la calmamos, dijimos que era sólo un pleito de
enamorados, que no le diera importancia. Convencida y tranquila la tomé de la
mano y subimos a la habitación 303. Todo estaba en orden: cama tendida, todo
limpio y en su lugar. Parecía que la pareja más se había tardado en entrar, que
en salir corriendo en pelotas.
Tina
se metió a bañar. Yo me desnudé y me quedé echado sobre la cama esperándola.
Iba a encender la televisión, cuando escuché un grito agudo de mujer, que venía
de la calle. Me asomé por la ventana, pero no logré ver nada. Pensé que era la
loca desnuda que seguía haciendo su numerito en plena acera.
Tina
salió de bañarse muy tranquila, con una toalla enredada en el cuerpo, al
parecer no había escuchado nada. De golpe se abrieron todas las puertas
colándose en la habitación un aire helado, y se volvió a escuchar el mismo
grito desgarrador.
Nos
abrazamos muertos de miedo. En la ventana apareció la cara de una mujer; nos
miraba fijamente y dio un aullido que parecía no tener fin. Mi novia corrió a
vomitar al baño. Yo no podía moverme. La cabeza me punzaba. Después de unos
segundos todo quedó en silencio, y la cara de la mujer se fue desvaneciendo
poco a poco.
Nos
vestimos y bajamos la escalera corriendo. En la puerta estaba la señora del
aseo, sacando la basura. Nos miró y nos preguntó:
-¿Ustedes
también la oyeron?
-
Sí. ¿Quién o qué es eso?, pregunté.
-Yo
pienso que es el alma en pena de una mujer que venía seguido con un joven -dijo
la señora del aseo, dejando las bolsas negras de plástico en el suelo, y siguió
contando-. Fueron clientes mucho tiempo. Pero cuando el joven la quiso dejar,
la señora no aguantó y después de discutir y gritar mucho rato, se aventó por
la ventana del 303. Su cuerpo cayó sobre el pavimento. Pobre, quedó destrozada;
no era fea. Era mayor que el chico. Ya sabe que a los jóvenes se les pasa
pronto la pasión. Fue hace dos años. Así que la difuntita anda penando y
espantando a todos los enamorados que ocupan esa habitación. Ahora les tocó a
ustedes.
Al
ver nuestras intenciones de salir de ahí, la mujer dijo:
-No
se espanten. Ya casi es de madrugada, y son más peligrosos los asaltantes en la
calle, que el alma de la doñita penando. Yo que ustedes, me regresaba al
cuarto, el patrón ni les va a regresar su dinero, ya se fue a dormir, argumentó
la mujer.
Ni
falta hacía. Nos subimos al coche y arrancamos en medio de una densa oscuridad.
Tomado del Horror de La Gaceta de Chicoloapan
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