sábado, 18 de noviembre de 2017

Relatos desde Regina

La Niña del Vestido Azul

 Por Roxana Martínez Huerta


Uno de los males de mi matrimonio, aparte de soportar durante cinco años a mi grosera y violenta esposa, fue enriquecer al abogado que llevaba el trámite de mi separación. Como no habíamos quedado en buenos términos, mi ex ponía trabas y peros a cualquier arreglo, por lo que tenía que acudir a las citas muy continuas  con el mentado abogado. En una de esas tantas ocasiones viví un episodio realmente increíble.

El despacho del licenciado estaba en un viejo edificio oscuro y frío, ubicado en la calle de Madero, en el centro de la ciudad. Al llegar entré al vestíbulo a esperar el ascensor, como lo hacía en todas las visitas. Cundo se abrió, una criatura me sonrió desde dentro. Era una niña muy bonita. De escasos diez años, ataviada con un vestido largo color azul turquesa muy fino; traía el pelo recogido con un moño de la misma tela del vestido. La chiquilla tenía unos ojos enormes y hermosos. Supuse que quizá sería la hija de algún abogado o médico del edificio.

Esperé a que saliera. Pero al ver que no lo hacía, le hice la seña de que pasara, pero no se movió. Por la manera fija como miraba, sospeché que era ciega. Pasé mi mano frente a sus ojos, y ella no parpadeó, confirmando mis sospechas acerca de su ceguera. Le  pregunté:

-¿No vas a salir?

-No. voy a volver a subir -dijo recorriéndose al fondo.

Abordé el elevador. Apreté el botón número cuatro. Cuando las puertas se cerraron caí en la cuenta que no le había preguntado a la pequeña a qué piso iba.

-Perdón ¿Tú a que piso vas? –pregunté, dirigiéndome a la niña que supuse estaba detrás de mí.

Al no obtener respuesta, volteé, buscándola, pero ya no estaba. La sangre se me agolpó en la cabeza y sentí el estómago revuelto. Aquella hermosa y dulce criatura resultó ser un fantasma.

Entré al despacho del litigante con la boca seca. La recepcionista al verme en estado de shock me acercó una silla.

-¿Se siente mal? ¿Quiere que llame al doctor de aquí junto? Todavía no llegan sus pacientes y puede venir en seguida -dijo la joven.

-No, ya se me está pasando. Pero si tiene un poco de agua, se lo agradecería. Tengo la boca seca –respondí, arrastrando la lengua.

La chica corrió al despachador de agua, llenó un cono y me lo ofreció. Bebí con avidez el líquido vital. Ya más sereno le conté el suceso que viví en el ascensor.

-Si le creo. Además de usted, cuatro personas más me han dicho que una niña se aparece en el edificio, sobre todo en el elevador.

La recepcionista colocó una silla frente a mí. Se acomodó en ella y me contó lo que sabía acerca de aquella manifestación.

-Vecinos y conocidos cuentan que esa niña era hija de los primeros dueños de este lugar. Vivían en el último piso. La hija menor nació ciega y, como toda criatura era inquieta, tenía una nana que la guiaba y acompañaba a todos lados. Pero un día la ciega se le escapó a la mujer. La niña escuchó el timbre del ascensor y se dio a la carrera para abordar primero, confiada en su intuición. En efecto, llegó cuando la puerta se abrió y se abalanzó hacia adentro. Pero la cabina se había atorado en el segundo piso. La pequeña cayó al vacío y se mató. La ropa con que la enterraron, un vestido largo color azul turquesa muy fino, es con el que se aparece por los pasillos, las escaleras o en el ascensor.


Tomado de la Sección Mujer de La Gaceta de Chicoloapan

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