Para contener un probable estallido social, el sistema
político mexicano debía adecuarse a las “modernas” democracias. “Te apoyamos
pero democratízate al estilo norteamericano”. Que consistía en la alternancia
en el gobierno entre dos partidos conservadores con trajes diferentes: un
“demócrata” y un “republicano”: el PRI y el PAN, dos partidos “diferentes” con
un propósito común: mantener el modelo macroeconómico y el estatus quo. Pero el
PRI hizo pucheros en el tema político y los coletazos ofendieron a los grupos
de poder. Vino la incorporación de los empresarios a la política (Rufo, Fox,
Clouthier, Barrio, Medina). Los broncos del norte
Por su parte la llamada izquierda eternamente marginal y
dispersa buscó coincidencias y reacomodos. La prensa escrita creó espacios de
libertad. Luego vino el temblor de 1985 a movernos el piso y las conciencias;
la sociedad civil se manifiesta y participa; se revitalizan los movimientos
sociales y estudiantiles; El Azteca vibró con el primigenio “uleeero” que miles
de mexicanos le dedicaron al presidente en la inauguración del mundial
El PRI se resquebraja desde dentro y viene una escisión.
Empieza a germinar una opción que lucha por el poder presidencial y la
instauración de la democracia en México: El Frente Democrático Nacional, que
junta a la mayoría de los grupos y partidos opositores con Cuauhtémoc Cárdenas
a la cabeza. La gente afirma que ganó la elección en 1988. Los priistas
mantienen el control el aparato del Estado e imponen a Salinas. El PAN se suma
al golpe de mano y reconoce al “ganador”.
Atendiendo la propuesta norteamericana de la alternancia
sólo entre dos partidos, se plantea el cambio de manos en la presidencia de la
República: en 1994 pide el PAN; en el 2000 ofrece el PRI. El argumento de
Salinas: “La estructura se me va a venir encima”. Se habla entonces del
aterrizaje planeado del sistema, que consistía en ceder el poder por entregas:
primero gubernaturas, presidencias municipales importantes, congresos locales.
Inicia el periodo de cogobierno y las “concertacesiones”. En 1997 el PRI pierde
la mayoría en el Congreso. Cárdenas gana la ciudad de México y de paso arrastra
el cinturón conurbado más pobre, la zona oriente del Estado de México
Los dos partidos pactantes logran recomponer el esquema
original y, en el 2000, el PRI, sin ninguna objeción ni impugnación, deja la
presidencia en manos del PAN con un cogobierno de facto con los priistas, Elba
Esther en las ligas mayores y los gobernadores en la operación, que reciben
sumas millonarias para que consoliden su poder local. Cambió el jefe del
ejecutivo, pero no el sistema
En 2006 viene la segunda presidencia del PAN. Pero reaparece
nuevamente la tercera vía, encabezada por Andrés Manuel López Obrador. El
bloque de poder se reorganiza, el propio presidente de la república inicia un
juicio de desafuero que termina reventándole en la cara. Se echa para atrás y,
luego los mismos panistas pagan la fianza. Los grupos de poder se lanzan con
todo y confrontan el “peligro para México”. Fox mete la cuchara en el proceso,
lo que “pone en riesgo la elección”, según dictaminan los magistrados del
tribunal electoral, pero aun así validan a Calderón. La estructura del PRI no
dice esta boca es mía y convalidad el triunfo. Continúa la jauja en los
estados, la mayoría gobernados por el PRI, con el despilfarro de los miles de
millones de los excedentes petroleros. Para que no digan que no se les toma en
cuenta, también los pobres, que aumentan por millones, tienen sus
Oportunidades.
2012. Concluye la alternancia del partido “republicano”,
doce años fueron más que suficientes para generar su desgaste, toca el turno a
los “demócratas”. Se planea el regreso del PRI, los grupos de poder se
realinean, los “jóvenes al poder”, Javier Duarte, César Duarte, Medina, Moreira,
Borge y a la cabeza el “superstar” Enrique Peña. “Los salvadores del país”, el
regreso del partido “que si sabe gobernar”, la mercadotecnia se va a las nubes,
carretadas de recursos. Peña asume la presidencia. Pero apenas si alcanzó a
llegar a la mitad de su gobierno. Ya para qué les cuento. Nos cambiaron
nuestras Oportunidades por Prospera, pero no por prosperidad. Cada vez hay más
pobres y cada vez los políticos son más corruptos. Muy pronto terminó el
periodo de los “demócratas” (¿o republicanos? Porque creo que se equivocaron de
invitado y trajeron a Los Pinos al otro copetón).
“Ya va llegando diciembre y sus posadas…” se va acercando el
2018. Los partidos pactantes (el PRIAN, les dicen ahora) están haciendo lo
propio para volver a cambiar de manos la presidencia y mantener intocables el
modelo económico y el sistema político. Ya están transfiriendo varias
gubernaturas al PAN, y sus voceros difunden “encuestas” que afirman que la
gente quiere al PAN o, para más precisión, a la esposa de Calderón. Pero ahí
está presente la otra opción más vigente que nunca. No la han eliminado y tiene
a los grupos de poder inquietos y preocupados. López Obrador está apuntado para
el 2018. ¿Qué sigue? Corresponde a ustedes mis queridos ciudadanos decidir cómo
continúa esta breve crónica.
Juan Bautista Mendoza
El malhumorado social
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