martes, 4 de octubre de 2016

La columna Incómoda

Permítanme uns serie de digresiones, rayanas en la especulación, para recapitular en 15 minutos, los últimos 35 años de lo acontecido en México. Inicio en los años 80, cuando México cruzó la línea divisoria del país que tenía que aprender a administrar su abundancia. Luego de la quiebra causada por el despilfarro y la corrupción gubernamental, el país hubo de ser “salvado” por la gracia del FMI y el espíritu norteamericano a cambio de aplicar un modelo financiero que requería de “grandes sacrificios”. Había que “apretarse el cinturón”. Aparecieron palabras que siguen vigentes en 2016: recortes presupuestales y las crisis.

Para contener un probable estallido social, el sistema político mexicano debía adecuarse a las “modernas” democracias. “Te apoyamos pero democratízate al estilo norteamericano”. Que consistía en la alternancia en el gobierno entre dos partidos conservadores con trajes diferentes: un “demócrata” y un “republicano”: el PRI y el PAN, dos partidos “diferentes” con un propósito común: mantener el modelo macroeconómico y el estatus quo. Pero el PRI hizo pucheros en el tema político y los coletazos ofendieron a los grupos de poder. Vino la incorporación de los empresarios a la política (Rufo, Fox, Clouthier, Barrio, Medina). Los broncos del norte


Por su parte la llamada izquierda eternamente marginal y dispersa buscó coincidencias y reacomodos. La prensa escrita creó espacios de libertad. Luego vino el temblor de 1985 a movernos el piso y las conciencias; la sociedad civil se manifiesta y participa; se revitalizan los movimientos sociales y estudiantiles; El Azteca vibró con el primigenio “uleeero” que miles de mexicanos le dedicaron al presidente en la inauguración del mundial

El PRI se resquebraja desde dentro y viene una escisión. Empieza a germinar una opción que lucha por el poder presidencial y la instauración de la democracia en México: El Frente Democrático Nacional, que junta a la mayoría de los grupos y partidos opositores con Cuauhtémoc Cárdenas a la cabeza. La gente afirma que ganó la elección en 1988. Los priistas mantienen el control el aparato del Estado e imponen a Salinas. El PAN se suma al golpe de mano y reconoce al “ganador”.

Atendiendo la propuesta norteamericana de la alternancia sólo entre dos partidos, se plantea el cambio de manos en la presidencia de la República: en 1994 pide el PAN; en el 2000 ofrece el PRI. El argumento de Salinas: “La estructura se me va a venir encima”. Se habla entonces del aterrizaje planeado del sistema, que consistía en ceder el poder por entregas: primero gubernaturas, presidencias municipales importantes, congresos locales. Inicia el periodo de cogobierno y las “concertacesiones”. En 1997 el PRI pierde la mayoría en el Congreso. Cárdenas gana la ciudad de México y de paso arrastra el cinturón conurbado más pobre, la zona oriente del Estado de México

Los dos partidos pactantes logran recomponer el esquema original y, en el 2000, el PRI, sin ninguna objeción ni impugnación, deja la presidencia en manos del PAN con un cogobierno de facto con los priistas, Elba Esther en las ligas mayores y los gobernadores en la operación, que reciben sumas millonarias para que consoliden su poder local. Cambió el jefe del ejecutivo, pero no el sistema

En 2006 viene la segunda presidencia del PAN. Pero reaparece nuevamente la tercera vía, encabezada por Andrés Manuel López Obrador. El bloque de poder se reorganiza, el propio presidente de la república inicia un juicio de desafuero que termina reventándole en la cara. Se echa para atrás y, luego los mismos panistas pagan la fianza. Los grupos de poder se lanzan con todo y confrontan el “peligro para México”. Fox mete la cuchara en el proceso, lo que “pone en riesgo la elección”, según dictaminan los magistrados del tribunal electoral, pero aun así validan a Calderón. La estructura del PRI no dice esta boca es mía y convalidad el triunfo. Continúa la jauja en los estados, la mayoría gobernados por el PRI, con el despilfarro de los miles de millones de los excedentes petroleros. Para que no digan que no se les toma en cuenta, también los pobres, que aumentan por millones, tienen sus Oportunidades.

2012. Concluye la alternancia del partido “republicano”, doce años fueron más que suficientes para generar su desgaste, toca el turno a los “demócratas”. Se planea el regreso del PRI, los grupos de poder se realinean, los “jóvenes al poder”, Javier Duarte, César Duarte, Medina, Moreira, Borge y a la cabeza el “superstar” Enrique Peña. “Los salvadores del país”, el regreso del partido “que si sabe gobernar”, la mercadotecnia se va a las nubes, carretadas de recursos. Peña asume la presidencia. Pero apenas si alcanzó a llegar a la mitad de su gobierno. Ya para qué les cuento. Nos cambiaron nuestras Oportunidades por Prospera, pero no por prosperidad. Cada vez hay más pobres y cada vez los políticos son más corruptos. Muy pronto terminó el periodo de los “demócratas” (¿o republicanos? Porque creo que se equivocaron de invitado y trajeron a Los Pinos al otro copetón).

“Ya va llegando diciembre y sus posadas…” se va acercando el 2018. Los partidos pactantes (el PRIAN, les dicen ahora) están haciendo lo propio para volver a cambiar de manos la presidencia y mantener intocables el modelo económico y el sistema político. Ya están transfiriendo varias gubernaturas al PAN, y sus voceros difunden “encuestas” que afirman que la gente quiere al PAN o, para más precisión, a la esposa de Calderón. Pero ahí está presente la otra opción más vigente que nunca. No la han eliminado y tiene a los grupos de poder inquietos y preocupados. López Obrador está apuntado para el 2018. ¿Qué sigue? Corresponde a ustedes mis queridos ciudadanos decidir cómo continúa esta breve crónica.

Juan Bautista Mendoza
El malhumorado social

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